“No hay nada más difícil de llevar a cabo, ni con éxito más
dudoso, ni más peligroso de manejar que el conseguir un nuevo orden de las
cosas”
Nicolas
Machiavello
Esta frase encierra tristemente una gran verdad, nada hay más
difícil que cambiar un paradigma instalado.
Esto aún empeora cuando el paradigma es religioso ya que
aquellos que lo sostienen utilizan como argumento ser las salvaguardas de la voluntad de Dios.
Tengo esta idea dando vueltas en mi cabeza hace un tiempo y
espero lograr transmitirla con éxito en estas líneas.
Israel esperaba y aún espera la venida del Mesías, toda su fe gira en torno de las promesas que
Dios les había realizado a lo largo de todo el antiguo testamento. Profetas, sacerdotes, reyes inspirados por el Espíritu
Santo aseguraron la llegada del Salvador
de Israel y los primeros escritos del apóstol Juan nos afirman que Jesús a los
suyos vino, pero que ellos no lo recibieron.
¿Cómo es posible? nos preguntamos hoy, ser testigos del caminar del Salvador y no
percatarse aunque más no sea detenerse a pensar que tal vez Él era el
cumplimiento de esas promesas.
Sus palabras, su actitud frente a los enemigos, sus
maravillas y milagros, sus demostraciones de poder frente a las inclemencias
del tiempo o los demonios. Como ignorar semejante confirmación de su
procedencia.
La respuesta es simple.
Los judíos esperaban a un Salvador con otras características,
las clases de escuela dominical de las sinagogas los domingos por la mañana tenían
como tema principal que el Mesías seria como el gran rey David, esperaban a un
gran guerrero que los liberara de la opresión romana, un líder que los llevara
a filo de espada a ser la gran nación de otros tiempos.
La imagen, el paradigma que ellos tenían en mente era el de
un Mesías Davídico.
Lamentablemente para ellos, Dios se presentó en otro formato,
su manifestación fue como Siervo Sufriente, como oveja que es llevada al
matadero y no abre su boca.
Y así fue como esa generación se perdió la maravillosa e
inigualable oportunidad de recibir el mayor de los regalos que el hombre haya
recibido jamás.
La imagen, la idea, el paradigma religioso les nublo la visión
y no pudieron contemplar la luz que les alumbraba.
Como religiosos de esta época tenemos instalados en nuestras
mentes y corazones cientos y cientos de imágenes, paradigmas que nunca hemos
tan siquiera considerado a la luz de las escrituras, tradiciones y costumbres
que hemos heredado que más que acercar nos han alejado de Dios y nos han conducido
a una vida cómoda, de la que poco y nada se espera.
Estas ideas han conducido al pueblo de Dios de la condición de
Sacerdotes y Reyes pertenecientes a un linaje y nación santa a un simple grupo de
personas que se conforman con consumir un evangelio sin sabor, repetitivo y monótono
que solo acalla nuestras conciencias religiosas y nos da una imagen aceptable
frente a otros que viven en la misma hipocresía.
Señor, que esto no nos suceda, humildemente queremos ser como niños frente a Ti sin creer que tenemos todas las respuestas, que ya no hay misterios para nosotros.
Quita de
nuestros ojos, de nuestra mente aquellas
ideas religiosas que nos han
alejado de Ti, que nos han dado una falsa seguridad,
con métodos, sistemas y estructuras que pretenden asegurarnos Tú mover.
Genera en nuestros corazones una “rebeldía” un inconformismo que nos lleve
a volver a buscar esos caminos olvidados
que en otros
tiempos transitaron los padres
de nuestra fe. Amen.
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